domingo, 5 de febrero de 2017

Fue en Urquiza

Fue en Urquiza.

O acaso en los bordes del barrio. No me acuerdo con exactitud, por qué hoy en día se siente como un sueño lejano. Si bien esto terminó hace dos días. Es por eso que desaparecí tanto tiempo, y estuve sin escribir nada.

Algunos ilustrados, o acaso chantas barbaros, dicen que la mejor manera de encontrar inspiración, es yendo a buscar camorra. Ensuciando nuestros zapatos en búsqueda de aventuras o viajes exóticos. Como las monedas del cofre no abundan, decidí ir a esperar el tranvía en el borde del barrio.

Al llegar un vecino paseando el perro, y verme esperándolo, me informo que el tranvía no pasaba por ahí desde hacía 26 años. Le agradecí el dato, pero de todas maneras continué esperándolo. El cusquito me ladró y le pidió al dueño seguir con el recorrido.

Al llegar la noche una señora me recomendó tomarme el 107, o acaso el 41. Le sonreí y seguí mirando el horizonte creyendo en ocasiones que las luciérnagas eran el tranvía acercándose. Pero no, las luciérnagas, generalmente, prefieren ser eso: luciérnagas. No tranvías. Mucho menos rinocerontes.

Al llegar la mañana tenía muchas ganas de ir al baño, pero temía inconmensurablemente que el tranvía pasara en lo que me llevaría concretar la tarea. El tipo del perro volvió y me ofreció plata para pagarme un taxi. Se la decline con toda la amabilidad que logré conjurar, pero llegado el punto de la ofensa le acepte los billetes.

Al tercer día de espera los vecinos ya me fichaban y comencé a entablar amistades. Comenzaron a traerme pan y vino, e incluso a hacerme compañía esporádica en mi espera, asegurándome a todo momento que hacía más de dos décadas que las vías estaban clausuradas.

Cuando los calambres en las piernas, de tanto tiempo estar parado, empezaban a ser insoportables, me dirigía hacia la esquina de la otra cuadra, caminando para combatir el entumecimiento. Pero al llegar a la esquina, volvía corriendo, aterrado de que por fin se decidiese a aparecer.

Al quinto día logré que un sereno me prometiese que me cuidaría el lugar, dado que necesitaba ir a comprar habanos con la plata del taxi que me había regalado el hombre del perro; pero cuando llegué de la tarea el sereno no estaba donde me dijo que estaría. Todos los vecinos me aseguraron que el tranvía no había pasado en esos 15 minutos que me había ido. Ninguno logró convencerme del todo.

El decimotercer día empecé a dudar. Quizás el tranvía verdaderamente no pasase más por acá. Quizás hubiese sido más fácil salir a buscar aventura a pie. Pero cuando mi voluntad comenzaba a flaquear; los vecinos de la zona comenzaron a saludarme con un “buenos días pedro”, trayendo panes cada vez más sabrosos y alguno inclusive al darme charla, se le escapaba una mirada fugaz al horizonte, acaso creyendo haber visto algo.
Las noches se hicieron frías, pero un gaucho viejo y retirado me trajo un poncho que pertenecía a un tío abuelo, o acaso a una prima lejana; lo que hizo de las noches además de más templadas, un poco menos obscuras.

El veintavo día, a eso de las 4 de la mañana, mientras pateaba piedras y caminaba en círculos esquivando las baldosas rojas; sentí una fuerte vibración en el piso. Miré en el horizonte y vislumbre la distintiva luz que emite el foco principal de un tranvía. Se acercaba a paso lento pero seguro. Quise mirar hacia los costados de la calle para ver si alguien más estaba esperando; pero los vecinos me habían dejado solo. No tenía con quien compartir el momento, más que conmigo.

Al llegar a mí, se abrieron las compuertas y un maquinista vestido de manera inmaculada, con un fino bigote negro me sonrió ampliamente invitándome a pasar, señalando un vagón decorado con muebles aterciopelados color vino, y dos azafatas pelirrojas que parecían hacer juego con el decorado. Altas y sonrientes me invitaron a pasar. El escenario, como si esto fuera poco, parecía estar decorado con un pequeño coro de voces angelicales que provenían aún no sé de donde, y la luna, en lugar de su usual brillo plateado, comenzó a despedir fulgores de luz dorada y escarlata, cual fuegos artificiales en año nuevo.

Frente a este escenario, me di la vuelta y en la esquina pedí un taxi. “A triunvirato al 5000”-le pedí.

Pues verán, yo lo que quería, era esperar el tranvía. No tomarlo.

De algún modo, aún lo espero


Pedro Gomez Goldin.

domingo, 17 de julio de 2016

Noche de Plata, y Fallos.

Domingo. Técnicamente ya era lunes.

Me despertó el sonido de una trompeta.

Diría que estaba sobresaltado, pero sería una mentira. Rara es la ocasión en la que no me desvelan pesadillas. Asique despertarme repentinamente es algo ya frecuente. Lo que sí me asustó no obstante, fue la enorme cantidad de personas alrededor de mi cama.

Intenté prender la luz, pero los interruptores no funcionaban. Podía escuchar ese murmullo de mil conversaciones sucediendo en simultáneo y una música de fondo que parecía ser algún tipo de jazz instrumental.

Las ventanas estaban abiertas, dejando entrar un frío que me pegó en los pulmones y teñía el departamento de un color plata, característico de esas noches en donde la luna pareciera hincharse de estrellas, nubes, o vaya a saber uno qué cosa.

Cuando pude acostumbrar mis ojos a dicha luz, noté que quienes estaban a mí alrededor, festejando algún tipo de fiesta, no eran los dioses que tan frecuentemente me visitaban para gastarme bromas, dar enseñanzas o acaso compartir cervezas y carne cruda. No. Mi departamento, esta vez, estaba repleta de demonios.

Ellos no se inmutaron con mi presencia. Seguían charlando y bebiendo de vasos que contenían un líquido negro como el petróleo, ignorando cualquier tipo de decoro por mi espacio o incluso el horario. Intenté agarrar algo de ropa del ropero, pero un demonio con aspecto de sapo gigante estaba teniendo una agitada conversación con la puerta del mismo. No me atreví a interrumpirlo y procedí al living, para ver quién era el responsable de invadir mi espacio a esas horas de la noche, o acaso la madrugada.

En el pasillo hacia el living, una diabla de ojos grises me agarro del brazo y me miró fijo. –“Te voy a regalar todos mis defectos, pero ninguna de mis virtudes. Voy a masticarte y escupirte como a un chicle. Y me vas a rogar volver a ser masticado”- dijo.

Quise responderle que le agradecia, pero no quería vivir esa situación, pero antes de que pudiera musitar palabra, otra diabla se hizo presente; empujando a la primera.

Esta tenía un aura dorada y ojos azules como el océano. –“Yo te voy a convencer de que soy tu salvación. Aquella a la cual buscas”-Dijo adquiriendo un aspecto cada vez más angelical. “Tomaré todos tus miedos y los curaré”- Continuó.

-“Y Luego los reemplazaré por otros mucho peores”- Concluyó, volviendo a su forma original, o acaso una mucho peor.

Con lágrimas en los ojos me forcé a salir del pasillo y entrar en living. Pero allí, recostada contra la pared, me esperaba una tercera.

Con ojos verdes y labios color carmesí. -“Yo soy perfecta”- me susurró con un beso en el oído. -“…pero cuando llegues a mí, estarás demasiado roto para poder disfrutarme”- confesó mientras lágrimas surcaban sus mejillas escarlata.

Mis órganos internos se vaciaron como si alguien me hubiese prendido una aspiradora dentro, obligándome a caminar encogido, dado que el pararme derecho me resultaba extremadamente agobiante.

El living era mucho peor de lo que me imaginé. Nunca creí posible ver tantos individuos en un solo espacio físico. Y eso que me he tomado el subte a las 5 p.m.

Sin saber demasiado bien que estaba buscando, encaré para la puerta principal. Tenía que salir de ahí. Cuando tenía mis manos sobre el pomo de la puerta, la música se detuvo abruptamente y todos los presentes se voltearon en mi dirección. Jadeando, gruñendo y siseando.

Cerré los ojos esperando que se abalanzaran sobre mí, pero un individuo los detuvo con un leve movimiento de su mano. Era alto, de rasgos finos y extremadamente delicado en su andar. Los demonios se arrodillaron cuando él empezó a caminar hacia mí.
Cuando me concentré en él, caminaba hacia mí, completamente desnudo, cubierto por dos gigantescas alas negras. Luego pestañee y estaba prendido fuego, con ojos que destellaban como el sol. Pestañee por tercera vez, y en esta ocasión el Diablo se veía exactamente igual a mí, solo que infinitamente más hermoso. Abrió la boca, y lo escuché hablarme con mi voz.

-“Te voy a dar tres regalos”- dijo mientras ponía las palmas de sus manos en mis mejillas.

Intente decirle que no quería nada, menos de él. Quise gritarle a Odín que viniera a ayudarme, pero la voz se me quebró en el intento. Deseaba mirar hacia otro lado, pero sus ojos, que también eran los míos, no pestañaban jamás. Acaso se entrecerraban de una manera seductora que me obligaba a sostenerle la mirada.

-“¿Por qué están en mi cas…?”- Llegué a musitar, antes de que sus manos me sacudieran la cabeza, obligando a callar.

-“El primer regalo será la confianza. Voy a concederte el don de ganarte la confianza y respeto de tus amigos, familiares, colegas y conocidos”-dijo entre sonrisas de dientes demasiado blancos y afilados.

–“Solo para que cuando sus corazones estén inundados de fe en vos pedrito, los decepciones de manera estrepitosa”.- escupió venenosamente.

En vano intenté zafarme de su agarre.

-“También voy a darte fuerza y tamaño”-continúo. –“Pero en verdad no te servirán como escudo alguno en esta vida. Y cuando tu pequeña canción toque la última nota, te voy a estar esperando en una habitación: demasiada angosta para que puedas sentarte y demasiado baja para que puedas estar parado. Y yo voy a estar ahí. Mirándote”-dijo mientras sus ojos parecían adquirir un matiz de éxtasis.

-“¿Pero qué te hice yo? ¿Por qué? ¿Qué haces acá? ¿Quién es toda esta gente? ¿Por qué voy a tener que ir al infierno?”- le contesté desesperado, intentando zafarme nuevamente de su agarre hercúleo.

-“Finalmente”- Me interrumpió ignorando mis lamentos.

-“Voy a permitirte que continúes percibiendo magia en el mundo. Voy a dejar que sigas viendo Dioses y que entables su amistad. Voy a concederte la llave que abre todas las puertas de este universo: vas a ver colores que existen solo para vos, historias que nadie escuchó, reflexiones impensadas, sentimientos no encontrados. Experimentaras amores de profundidades imposibles y sueños que contrastan con el mismo paraíso.” – dijo mientras finalmente me soltaba la cabeza, y me peinaba con su mano, que aún tenía mis propias cicatrices, lunares y gestos.

Se dió la vuelta y cuando empecé a relajarme, dejando que aire fresco entre en mis pulmones, volvió a virar y susurro en mi oído de manera casi dulce:-“pero nunca nadie te va a creer lo que ves. Nadie va a escuchar a los dioses más que vos, y van a pensar que cuando lo cuentes estás haciendo un chiste, o acaso completamente loco. Los sueños serán impresionantes sí, pero los olvidaras de manera instantánea al despertarte, sintiendo cada día que algo te ha sido arrebatado. Sentirás amor como nadie, es verdad. Pero nunca te será correspondido. Las canciones e historias te enmaravillaran sí; pero carecerás de cualquier habilidad para compartirlas con nadie.”- concluyó.

Cuando terminó de decir estas palabras pestañé nuevamente y mi departamento estaba completamente vacío. Yo me encontraba aún de espaldas contra la puerta de mi departamento, cuando el viento que entraba de las ventanas aún abiertas se llevó 3 plumas negras que estaban en el medio del living. Pude ver además, al final del pasillo, una lágrima que se estaba evaporando en la madera del piso.

Si bien sé que me es imposible que esta historia sea jamás creída; mucho menos tomada en serio, el diablo esta noche cometió un error garrafal.

Me maldijo, sí.

Y me explicitó que nadie nunca jamás me creería: que acaso me tomarían de chiste o de loco. Pero lo que no dijo, lo que se olvidó de mencionar, es que no pudiera intentarlo.

Así que eso es lo que voy a hacer. Ya sé que voy a fallar. Que así sea.

Igual, voy a intentar. Voy a intentarlo todo.

Buenas tardes.

lunes, 7 de marzo de 2016

Los Reyes Magos (Encuentro Con Odin 2)

Me desperté con un dolor fenomenal de cuello. Intenté agarrar el pato, pero se desvaneció de mis manos en tanto abandonaba el reino de los sueños. No recuerdo haber dormido abrazado a una boa constrictora la noche anterior… pero no encontraba otra posible explicación para tamaña torticolis. ¿Qué día era? ¿Martes? ¿O domingo?

Casi no había luz afuera, en ese momento empecé a razonar que hora era más posible que fuese. No tenía idea, era tan posible que el sol estuviese empezando a despedirse de los chinos para acercarse a nuestra llanura porteña, como que estuviese arrancando para la joda, dejando en el laburo de iluminarnos a la trola de su prima.

Todos saben que el Sol y la Luna son primos. Ni novios, ni amantes, ni amigos ni hermanos. Primos señor. Primos. Explicaría en detalle si lo creyese necesario, pero tipos instruidos como ustedes saben mucho más respecto de estos temas que yo. Son primos y no hace falta agregar más detalles al respecto. Sanseacabó.

Todas las ventanas del departamento estaban abiertas, dejando entrar una agradable brisa. Por lo menos sin humedad, y a esta altura del año, me era suficiente. Aún sin acostumbrarme a las nuevas dimensiones de mi recién adquirida vivienda, a primer ojo supuse que la silueta en el medio del living era el perchero. Pero que estuviese moviéndose directo hacia mí, debo reconocer me pareció extraño. Quizás aún estaba soñando después de todo. Mejor dejarse llevar. Extendí los brazos, de la misma manera que el perchero, cada vez más grande, extendía los suyos.

El perchero me alzó con una facilidad no recuerdo nadie haya tenido para levantarme desde los, cuando menos, 3 años.

Y no solo me alzó. Me estrujo las costillas con un sonoro CLACK que me acomodó la torticolis y me estampo un barbudo beso en la frente. Ahí me di cuenta que era Domingo.

-¿Cómo estas pedrito tanto tiempo?- Preguntó la silueta.

-Hola Odín- Respondí

-Escúchame, ¿Cómo no me vas a avisar que te mudaste? ¿Sabes el susto que me pegué cuando encontré a esa señora viviendo en tu otro departamento? ¡Por las barbas… mías! Que mujer más fea. Más fea que un susto, mira lo que te digo. Brrrrrrrrr, me dan escalofríos.

-Me olvidé de dejarte una notita, perdón- Aventuré con dificultad.- ¿No me dejarías bajar?- Inquirí

-Si si, pedrito. Es que te extrañé. No sabes lo que fueron estos dos últimos meses. ¿Che no tenes la play conectada aún?-

-No, la verdad es que no juego casi nunca. Pero si queres la conectamos. ¿Tenes idea si el sol está saliendo o si se está poniendo?- pregunté.

-No, no deja. Vine a decirte un par de máximas importantes que tenes que estudiarte, y quizá incluso hasta divulgar. Y lo del sol, casualmente es algo que vine a contarte. Anda a buscar papel y carbón.-

Recién entonces Odín me dejo bajar. Que use mi columna vertebral como si fuera un acordeón sería algo francamente admirable, sino fuera por el tamaño de ese muchacho. Enfile para el armario donde tenía las hojas, y supuse que se habría querido referir a un lápiz. ¿Quien escribe con un carbón hoy en día? Pero Odín sabe jugar a la play. Quizás era necesario anotar sus máximas en carbón, vaya uno a saber porque. Agarre el carbón de la heladera y me senté listo para tomar nota.

-¿No me vas a ofrecer Ron siquiera?- Preguntó Odín socarronamente.

-Perdóname pero no tengo nada. Ayer estuvo Dionisio… y bueno… viste como se pone. ¿Agua te puedo ofrecer?-

-¿Agua? ¿Lo del inodoro? ¿Pero vos a mí de que me viste cara pedrito? Bajo ningún concepto pretendo caer tan bajo como para tomar agua. Agua…. Lo tiro de las patas. Asique con Dionisio eh. Pedazo de atorrante sinvergüenza. La última vez que lo vi estaba viviendo en Caballito. Arriba de una verdulería.-

-Si si, sigue ahí. Se enganchó con la hija de la dueña. Pero ayer se pelearon, por eso vino a casa- le expliqué.

-Claro, y te vació todas las alforjas-

-Aham- Bostecé.

-Bueno comencemos, vos anota pedrito- Me instruyó Odín.

1- Hay que creer en los Reyes Magos.

Recordar que en muchas ocasiones el exceso de pruebas es tanto más sospechoso que la ausencia de ellas. Si insistimos en mostrar al niño (interno o real/externo) todo aquello cuya existencia postulamos, llegara el día en que la pequeña sabandija nos exigirá que le mostremos el desengaño o un átomo o una esperanza. Como no podremos hacerlo, el fulano reputara inexistentes a esperanzas, desengaños y átomos.

Tanto mejor sembrar la ilusión, y dejarla crecer sola. Sin disfraces ni payasadas. Mucho menos evidencias.

(Nota de pedro: Odín existe y me visita. No serán dadas más pruebas que los presentes relatos de sus visitas.)

2- Cuando llueve hay que mojarse. No se puede ni se debe usar paraguas.

3 -Cuando se ve una mujer hermosa, se debe admirar su belleza.

4- Ojo con mezclar café colombiano con jugo de naranja exprimido. Sobre todo en las mañanas.

5- Cuando insultan el honor de un ser querido, no queda otra que golpear la trucha del ofensor. Fuerte y sin titubeos.

6- En primavera se debe estar al sol.

7- A los amigos hay que quererlos y cuidarlos. Cuando no, ya no son amigos, sino sombras del pasado.

8- Se debe respirar profundo y jamás de los jamases, repito: JAMAS, taparse la boca a la hora de soltar una carcajada. También se debe, de tanto en tanto, mandarse un señor chocolate.

9- Hay una magia a ser cultivada en las primeras horas del alba. Cuando el sol aún no asoma. Pero donde se oyen a lo lejos, los caballos del carruaje de Hermes. Quien aprende a cultivar dichas horas, gana, a lo largo de los años, 2 vidas más que sus compañeros dormilones.

10- y la última. Regala flores, besos y adulaciones lo más que puedas. Todo el tiempo y a todos los que te lo permita el cuerpo. Indistintamente de si son bien recibidos, mucho menos importante es si se lo merecen. Esos besos y esas flores en realidad, por energía cósmica, lo alimentan mucho más a uno que al que los recibe.

-¿Anotaste todo drope?- Pregunto con entusiasmo Odín.

-Si si. Pero hay algo que no entiendo. No podrías decirme como es que….

-La próxima Pedro, la próxima- Me interrumpió.

Y así como apareció, se fue. Recién entonces, el Sol salió.


Pedro Gomez Goldin

martes, 23 de febrero de 2016

Diario de Citas Desastrosas (Parte 2) Exigencias

El fin de semana salí en lo que, supongo, hoy en día denominaríamos una cita.

Entre cervezas comenzamos la usualmente tediosa rutina del: “¿A que te dedicas?, ¿que estudiaste?, ¿perros o gatos?, etc. etc. etc.”. Esta muchacha en cuestión, no obstante, me metió una variante que debo confesar, me sorprendió y agradó mucho. Me preguntó: “¿Si pudieras pedir un deseo, hoy, ahora en tu vida, que pedirías?”

Ahí me di cuenta que la cosa podía llegar a caminar. Por lo que empecé a acariciarme lentamente la barba (señal universal de que uno está meditando…obviamente), solo para generarle expectativa, porque ya sabía perfectamente mi respuesta.

-“Bueno”- comencé. La muchacha se acercó al borde de su silla y redujo la distancia entre nosotros viéndose innegablemente interesada en lo que estaba a punto de decir.

-“Me gustaría tener enanos”- La muchacha dio un respingo hacia atrás. –“Pero no una manada ehh. 8 o 9 nomas”- “¿Me estas tomando el pelo?”-Preguntó ella.

-“No, no déjame que te cuente”- Y ahí comencé a emocionarme con mi propio relato, gesticulando quizá un poco más de lo necesario, y puede que un porrón de cerveza se haya o no caído sobre su regazo. No está muy claro y no tengo con quien corroborarlo en este momento.

“Yo quisiera poseer 8 o 9 enanos, no solo tenerlos, sino que sean mios. Así como los gringos poseían esclavos negros ¿viste?”- La muchacha se mordió el labio inferior y roleo los ojos.

“Si si”- continué cada vez más excitado. –“tendría 9 enanos esclavos, pero solo con una función”- La muchacha empezó a colocarse su abrigo.

“Les pondría a todos un bowl en la cabeza y los dejaría libres por mi depto, con la condición de que siempre caminen en direcciones azarosas”- La muchacha se levantó. Por lo que intentando salvaguardar la situación elevé mi voz para que no se quede con curiosidad de como terminaba el relato: “¡¡¡¡¡y cada enano tendría un tipo distinto de dip o salsa!!!!!"

"¿¿Entendes?? Vos solo tenes que tener una criollita en la mano o unos nachos y cuando pasa uno cerca, ¡¡ZAS!!, ¡¡metes la galletita!!”- Pero la muchacha ya se había ido y estaba pidiendo un taxi en la calle de enfrente.

-“¿Que tipo de salsas?”- Me pregunto una moza mientras se sentaba en la mesa y limpiaba el asiento que había abandonado mi cita de la noche.


En fin, todo esto era para llegar a la siguiente reflexión personal: ¿Que exigentes estamos todos, no?



Pedro Gomez Goldin

Diario de Citas Desastrosas (Parte 1) Ilusiones

Normalmente nadar un viernes a la noche es una mierda. Si si, una mierda. Excepto hoy.
Quizás me tilden de tipo otario, de básico, de simplista, de repetitivo. ¿Qué le voy a hacer? Me hace feliz. Pero bueno, me estoy apurando.
Vamos por partes dijo Jack. ¿Habrá ido por partes Jack a todo esto? Quizás metía a las minas en una picadora de carne, y hacia un quetejedi enorme de un saque… en fin. ¿Cómo en The Wall, vieron? Qué película tenebrosa. No me gusta el cine de terror. Me fui por las ramas.
Normalmente nadar un viernes a la noche es horrible. ¿Por qué? Porque es viernes a la noche macho.
La gravedad aumenta varios niveles, cual nave de Goku yendo a Namek. Uno tendría que estar en su casa, comiendo una pizza con anchoas y roquefort viendo una peli de tiros, patadas y mucho monstruo. O cenando pan de ajo con salame y un vino. 
¿Y de postre? Cerveza con chocolate al compás de un disco de Dean Martin. Fija.

Si si, no me vengan con que es una combinación rara. Y si me caliento hundo el chocolate en la cerveza cual Pepitos en el Nesquick. ¿La probaste? ¿No? Me imagine. Anda, hundí un tofi en una Amstel y después me contas. Yo te espero.
En fin, es una mierda nadar. Porque tenes sueño, hace frio… justo arranca una de Stallone contra Mel Gibson que nunca habías visto… pero ponele que juntas energía y vas. Ahí arrancó lo bueno. Bha si lo digo así va a quedar medio trolazo. Pero huméenme, digo humorenme. Emmm que me sigan la corriente.
Hoy había un pibe que de movida me habría caído mal. Me tendría que haber caído mal. ¿Por qué? Porque las tenía todas. Por empezar daba bronca que tuviera más abdominales, más fuerza, que sea más rápido… y encima simpatiquísimo. Un mar de sonrisas francas y miradas compasivas. Todas las minitas de la pileta sonriéndole cual adolescentes a profe nuevo de inglés. Un asco básicamente. Bajando las escaleras considere más de una vez “tropezarme” sobre su espinazo. En fin. En el vestuario dije “a este lo zurto. Pa´ que aprenda” ¿vio? “Ya le voy a enseñar quien soy yo”. Y en eso, se calza unas bombachas de campo y unas alpargatas.
Ya está. Cerremos el telón. ¿Qué más queres hermano? Todas tenía. Estuve a punto de invitarlo a tomar una cerveza. Saliendo del edificio apoyada contra un capot había una diosa griega mirando hacia la puerta. Mirándonos. Bha mirándolo a él. Cuando lo ve sonríe de oreja a oreja y se pone colorada.
¡Encima mira el pedazo de novia que tiene el cuelado este! Y ahí casi mande a la mierda todo el pseudo-enamoramiento platónico que estaba teniendo con este pibe y en un micro-mili-segundo empecé a conjurar maldiciones para arrojar a los 4 vientos cual… cual…. ¿Brújula con síndrome de Tourrete? …. ¿va? va.
Y me volví a enamorar. De él. De lo que vi. De la vida. De mi familia, de mis amigos, de la noche, y de mí. De todo eso junto. Así de bien me sentí. Ahí fue cuando me di cuenta que haber ido a nadar fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Él paso por al lado de la Diosa griega (en este caso es una metáfora lo de diosa griega, era una mina que rajaba la tierra con cada paso que daba nada mas) como alambre caído y le estampo un beso enorme a una chica que estaba a dos metros a su izquierda, y que yo no había visto. Que nadie hubiese visto. Una gordita peluda que rasguñaba el metro diez con zancos. Parecía un muñeco de nieve con pelos. Sin embargo frente al brillo del amor que le conferían los ojos de este enamorado, por un mili-segundo se convirtió en la chica más linda del mundo. Y ellos fueron perfectos. Y yo me sentí adecuado, vivo. Completo.
Fue tanta mi felicidad que el Karma (con mayúscula) decidió compensármelo. Me dijo “Pedro, está muy bien que te ponga contento ver parejas disparejas”. “Lo de que los cantantes tengan que ser gordos y feos tenemos que corregirlo… pero esto si te lo voy a premiar”…
Entonces giro hacia la izquierda y feo una FLOR de Harley Davidson. Y Atrás mío venia un pibe que, este sí, es un forro. Y yo me dije: “No.. no por favor que no sea tuya. Sos muy atorrante para tener este pedazo de moto”. Si les cuento que al flaco jamás lo vi sonreír ni haciéndole cosquillas (está bien, quizás no es muy divertido que te hagan cosquillas si estas en lo hondo y él usa brazitos, pero en fin) y que se llevaba su propio secador de pelo (siendo pelado) me entenderían porque me puse así.
Y yo le apunte a mi bici. Mí querida y adorada, pobre y horrible bici. Con pena empecé a desatarla y levanto la vista: una mina casi más linda que la diosa griega del capot del auto caza un casco, se lo pone y mete las llaves en la Harley.
Mi bici estaba al lado.
Y no me da para decirle bicicleta porque para decirle así debería estar completa. Esta es una bici y pidiendo permiso. Y es fea con ganas. Abramos un pequeño paréntesis para que se imaginen la situación: a esta bicicleta me la intentaron de afanar una vez. Y el flaco me la devolvió… y me tiro unos mangos. “Ya vendrán tiempos mejores” me dijo. Esta bicicleta fue comprada por mercado libre a $110 pesos. A un metalero. De dos metros. Peluquero. Afeminado. MUY afeminado. Situación rara. En fin, tengo testigos si son necesarios. Volviendo a casa una vez efectuada la compra le digo a mi testigo en cuestión “che, está un poco incomoda, no tiene frenos” y el me contesto “porque el asiento es de mujer y no tiene cadena”.
Retomo. La mina pone en marcha su Harley y yo meto la llave en la cadena de mi bici. Me mira fijo, y ahí fue cuando el Karma me guiño un ojo. “Sabes que me confundí la tuya con la mía. Las distinguí nomas por que vos te subiste a esa mas rápido”-dije. “Jajajaja, que sincronización”- me contestó.
Usualmente este tipo de mina te intimida con la sola presencia.¿¿Imagínate arriba de una Harley, con calzas y un casco, mirándome fijo y retrucándome un comentario pelotudo??
Pero tenía al karma y el amor de la parejita dispareja en mi espalda. “Siempre me pasa lo mismo, la dejo estacionada entre otras motos, como ella, y después no la encuentro… después llegamos a casa y me hace planteos por que no la distingo”. “Me imagino” contestó con una sonrisa picarona. “¿Vivís muy lejos?”…. preguntó.
Y si bien la conversación siguió hasta que me dio su teléfono, la magia del Karma quedo demostrada con lo relatado. Y también lo lindo de las parejas disparejas. Y porque, ir a nadar un viernes, de tanto en tanto, no está tan mal después de todo.


Pedro Gomez Goldin



jueves, 18 de febrero de 2016

Las Cosas Que Importan (Encuentro con Odin 1)



Domingo a la mañana. Temprano. Demasiado temprano para ser un domingo. Yo creía que los domingos arrancaban a eso de las 11:00 hs. Pero no. Resulta que si te acostas temprano el Sábado anterior (porque seguramente te hiciste el alemán y arrancaste a escabiar a las 6 pm, pero bueno, divago) tipo 08:00 am el domingo está.

Ahí, con luz pálida y lleno de esperanza. Nos saludamos como dos cordiales desconocidos que somos (el domingo a la mañana y quien les habla) y me fui derecho a saludar a la señora heladera (con ella si nos conocemos de hace mucho).

No pude evitar notar que en mi sillón había un hombre enorme con un parche, un sombrero de ala ancha y dos cuervos, uno en cada hombro, sentado mirando a mi televisión, con un joystick en la mano.

Lo primero que hice fue lo que cualquier ser humano de sangre caliente con dos dedos de materia gris en el marote hubiese hecho: me fije a que juego estaba jugando… Mortal Kombat 9 por si les interesa a los curiosos.

La ruta hacia la señora heladera ya había iniciado su curso… así que no podía detenerse, pero si admito que cuando la abrí y cacé el cartón de jugo de naranja (cual ávido guerrero galo en busca de jabalíes salvajes… es decir que lo agarre con las manos) resolví corroborar si el señor del sombrero y los cuervos aún estaba en mi living.

Ahí estaba. No sé si mencione ya que tenía un parche. Pero me miro con su único ojo e hizo dos suaves golpecitos con su mano izquierda sobre mi sillón para que me siente al lado de él con una sonrisa que nada tenía que envidiarle a Papa Noel. Su larga barba subía y bajaba mientras sonreía porque metía bien los combos en el jueguito. Cuando me senté a su lado vi que estaba usando a Liu Kang y que jugaba bastante bien. Me pregunté hace cuanto que estaría practicando los domingos a la mañana en mi casa.

-¿Cómo andas pedrito?- Me pregunto.

-Muy bien, todavía un poco dormido……-

-¿Sabes quién soy?-

Medité un segundo creyendo saber la respuesta. Ese sombrero, su báculo al lado del perchero, el parche, los cuervos… si bien sabía que posee más de 200 nombres me la jugué por el popular.

-¿Odín? -Pregunte tímidamente, casi pidiendo permiso para decir ese nombre en voz alta.

-Ahap. El padre de todo. Sé que vos podes hablar mientras jugas, agarra un control pedrito. Vengo practicando hace bastante, creo que te puedo llegar a dar pelea.-

Mientras fui a buscar el control y me ate el pelo para poder ver mejor me pregunte como podía ser…. ¡Que el sillón aguantase semejante tamaño! este hombre debía de pesar a simple vista 250 kg cuando menos.

-¿Es la primera vez que venís? -Pregunté.

- ¿A este departamento? ¡Jo Jo Jo! ¡No! ¡En absoluto! Vengo todos los domingos prácticamente desde que te mudaste… mira el combo que te hago ahora.-

Me bajo casi la mitad de vida… elegí un personaje muy lento.

-¿Querés un café?-

-Te aceptaría si no fuera porque ya me tome el bueno que tenías, te queda solo la porquería esa instantánea. Una vez que uno se acostumbra a las cosas buenas de la vida es muy difícil bajar. Sucede con casi todo en la vida en realidad. Por eso ustedes tienen suerte. Viven poco. Todo tiene la posibilidad de ir mejorando. Cuando llegas a mi edad te imaginaras que ya evolucione todos mis gustos. Y lo bueno bueno… se va agotando. Excepto las mujeres. Esas se actualizan infinitamente. Son como la base de datos de los antivirus gratuitos.

-Claro- Respondí.

Le meto un gancho y lo mate. Vamos 1 a 1. Vamos a un tercer combate, el que gana, gana.

- Y mmmm…- No sabía cómo articular la pregunta sin que suene a una película de Disney que no va al cine, sino derechito a los vhs. – ¿Hay otros Dioses por Villa Urquiza?-

-No. No en Villa Urquiza. Horus creó que esta por Caballito. En el Sur hay un montonazo. Y si, sé que dilucidas por mi respuesta que… ¡La puta madre! ¿Cómo hiciste eso?-

- Con L1 y L2 al mismo tiempo-

-Ahh, no la tenía esa. En fin, claro. Te decía que te darás cuenta que lo que me querías preguntar era si hay muchos Dioses dando vueltas por aquí y acullá. Y si pedrito, estamos en todos lados. Todo el tiempo. Vos si bien nos rezas a veces en chiste nos traes acá. A mí me nombraste tantas veces que prácticamente me invocaste. Y yo no tengo poderes de incidencia sobre los resultados de tus exámenes, sobre si la minita va a responder el mensaje o si sobre el bondi va a llegar rápido. ¡Vamos querido despabílate un poco y apréndete los nombres de los Dioses que si corresponden!-

-Perdón. No se me los nombres de esos- dije tímidamente.

-Invéntalos entonces, les va a gustar, y sabrán que les estás hablando a ellos. Pero siempre usa el mismo una vez que lo inventaste, así saben que te dirigís a ellos. Es como con los perros. Le podes decir como quieras y saben que los llamas. Ahora si le cambias el nombre cada dos meses se marean las pobres bestias. Con los Dioses pasa lo mismo.

-Entiendo- le mentí. ¿Y… son todos tan….mmm-

-¿Majestuosos como yo? – me interrumpió mientras se tocaba con la punta del dedo índice el ala del sombrero y rió una risa gruesa, profunda, sonora. Buena.

Estamos los dos muy cerca, dos golpes y me mata. Yo solo tengo que tocarlo…. Creo que voy a dejarlo ganar, pero tengo miedo que se dé cuenta. Quizás lo mato así lo incentivo.

-No. Yo visto así porque me gusta mi “look”. Los otros son tan normales que nunca los diferenciarías de un Carlitos o un Omar cualquiera. O una Roberta. Hay incluso algunos con formas de tostadoras, de animales, de nubes o de rayos del sol.-

Le meto un gancho y lo mato. Rápidamente pongo para pelear de nuevo, quiero ver si lo incentive.

Sonríe tanto que las comisuras de la boca parecen llegarle hasta las cejas. Pobladas, grises y majestuosas.

-¿El problema sabes cuál es Pedrito? -Me preguntó.

-¿Cuál?- Pregunte de inmediato.

-Ustedes. La gente. Están tan ocupados con sus celulares, sus tablets, sus reuniones de trabajo (por que no es todo culpa de la tecnología, me aclara), sus juntadas con amigos que no les caen bien, sus esposas que no toleran, sus amantes que no desean, y sus colegas venenosos, que no se dan cuenta. Pero el principal problema está en su propia mente. ¿Vos a que le tenes miedo por ejemplo pedrin?

-A tener miedo.-

-¿Ves? Me acusó. -Te generas un potencial problema donde no lo hay. Tu mente se amotina y patalea contra su propio bienestar. Me ganaste, y te voy a conferir un secreto: Es fácil estar bien. El desafío está en estar increíble. Pero para eso hay que saber disfrutar de todo, de tu mortalidad, de tu miedo, de tu tristeza, de tus celos, de tu rabia. Disfrútalo todo. Porque el compensar esos sentimientos con su espejo contrario (o sentimiento inverso) hará que los últimos se potencien.-

Algo frió y caliente me recorrió el espinazo y los brazos se me pusieron como piel de gallina, igualito a cuando Mel Gibson grita: “FREEEEEEEDOM!!!!”, en brave heart.

-Sacarse a los que no sirven si bien no es tan fácil como en la Edad Oscura, donde con un hachazo bien afilado te olvidabas y no había tu tía… hoy no está taaaaaan complicado tampoco. Y todo ese conjunto de cosas hace que no nos recen, que no nos vean. Y estamos ahí. Hay dioses para todo, para el amor y para el odio. Y tienen que hacerse amigos de ambos, porque ambos están caminando por ahí. Ambos son poderosos. Pero el saber que existen hace que uno pueda elegir a cual darle más poder. En criollo pedrito: En la vida (y en otros planos también, pero ahora no te voy a hablar de ellos) siempre va a haber boludos. Siempre. Que tanto poder tengan depende de uno. Si les das mucho será un boludo enorme que te carcomerá el alma, de la misma manera que lo hacen las cosas que mencioné antes. ¿Hidromiel no tenes, no?-

-No. Perdón- Me excusé.

-A veces pierdo la noción de donde estoy, claro. ¿Cómo vas a tener Hidromiel?-

-Si no les das poder- continuó- Van a ser boludos chiquititos. Y ustedes hoy en día tienen esa conjunción de cosas: No nos ven, pese a que estamos en todos lados, a plena vista, no nos rezan ergo no nos disfrutan y por encima de todo le dan ese poder que debería estar destinado a nosotros, a los boludos grandes de la vida, dándoles demasiado poder. ¿¿!! Como es posible que Fulano de tal, el tarado de la oficina tenga más poder, para Clotilde del 5to B, que Thor que es quien trae las lluvias y los truenos!!?? 

Su voz retumbo como un trueno por todo el departamento, igual que cuando se me cae el wok.

-¿O que la preocupación por cambiar el último modelo de auto/celular/televisión, o lo que fuese, tenga más energía que Gaia, madre de la naturaleza? Me niego a que caigan en eso.-

-Yo también me niego- aventuré con más valentía que la que demostré anteriormente.

-Ya se pedrito, por eso te visito. La próxima semana te palizeo, voy a elegir a Sub-Zero mejor. Me tengo que ir. Si te copas con unas facturas yo traigo hidromiel. Vos seguí escuchando mucho Blues que hace bien.-

-¿Te gustan con pastelera?- le pregunte.

-Sí- me respondió.


Pedro Gomez Goldin

Amor en el Subte


¡MARCHE unas papas fritas para acompañar al PEDAZO de fin de semana que me estoy por comer!

Mándamelo al Cairo, a la mesa de los galanes, ahí lo espero. (La de Fontanarrosa)

De corazón les deseo un fin de semana al menos la MITAD de bueno de lo que presagia ser el mío. Para que quede claro, les estaría deseando cuando menos un finde espectacularmente memorable.

¿Cómo sé que va a ser tan espectacular? 

Porque prácticamente ya no necesito nada más. Sí. Ya sé que es viernes a las 18:30 y que todavía ni arrancó…. pero pocas cosas en el mundo me ponen tan feliz como lo que estoy viendo ahora: 

En un contexto del subte hasta la garganta en plena hora pico hay dos chicos en el medio de vagón.

Él y ella.

Ella parece de 18…. y es preciosa, radiante. Es el tipo de chica que te hace comprender por qué se invadió Troya. Sonríe mucho e ilumina el subte con sus muecas divertidas mientras juega con su pelo. Si todo el vagón no se medió enamoro de ella, tendrían que volver a la escuela. 

Y después esta él..... pobre.

Él debe tener 16 como mucho (lo que me da la pauta de que en realidad ella también debe tener esa edad) y es liero con ganas. Dejemos de lado la torpeza que acarrean los 16, quédense tranquilos que la tiene. Dejemos también de lado los granos que le decoran toda la cara cual volcán a punto de erupcionar como en Pompeya. Eso también perdonémoselo. Supongamos que podríamos obviar también su extrema delgadez, su nariz grande y afilada como un sable samurái y sus cejas de hombre lobo. Pero si es menester remarcar ese afro gigante, de pelo pajoso que ocupa 2/3 del subte. No es que compense este físico con gracia él. No no, es torpe y se lo nota incómodo con su incomodidad, valga la redundancia.

¿Qué es lo que me hace feliz de este escenario entonces? Que ella es hermosa. Y él es un desastre. Un feo desastre, ni siquiera uno de esos tiernos. Pero esa risa risueña de ella... es toda para él. Toda.

Se nota, está con él. Y eso me llena. Me hace bien. Me pone estático.

La aventura de la situación está en que él claramente no lo sabe.

Él no se da cuenta. Y si no estuvieran tan cerca de ambos le daría un cachetazo y le diría "¡avíspate querido!" "¡¡Hace algo!!", "¡¿vaya a saber uno cuánto tiempo más tendrás el interés de esta mina?!".... pero se asustaría y no entendería de que le hablo... y aún si lo hiciese... no sabría como manejar esa información.

O tal vez....

Tal vez si... tal vez se dé cuenta...

Y eso me hace feliz.

Pedro Gomez Goldin